domingo, 6 de junio de 2010

La guardiana de la mirada azul.


En los rincones del océano de una galaxia muy alejada a la nuestra, vivían los siete dioses de la mirada azul, unos dioses muy altos con cola de olvido y sonrisa de bufón. Esos grandes y omnipotentes dioses les hacía falta un sol, todas las melodías (digo melodías porque ellos no tenían días, sino canciones) se la pasaban tiritando de frio y dolor. Los pobres, eran azules, no por que quisieran, sino porque tenían un corazón congelado, así que en un ritmo de sus vidas tomaron la decisión de sentarse en sus caballos de honor a tomar un acuerdo para dejar de temblar tanto.
El primer dios y no el más importante, pero sí más inteligente burbujeó que debían de crear a un guardián, que les calentara el corazón y cuidara su constelación marina, los silenciosos seis dioses, lo pensaron por tres melodías completas, escucharon los ritmos y compases hasta que por fin el más pequeño de los seis, comunicó que eso harían. Se tomaron de sus largas y resbalosas extremidades y comenzaron a cantar por 100 melodías seguidas y en esa danza, sus corazones comenzaron a derretirse, se encendió una llamita en cada uno de ellos y nació la guardiana de la mirada azul; una mujer desnuda con cuerpo humano y ojos azul turquesa. Los dioses quedaron perplejos, ella los miro profundamente, los miro por dentro, abrazo el corazón de cada uno y nunca volvieron a sentir frio.
En uno de los viajes de yolyo, uno de los siete dioses más antiguo, se dio cuenta que en la tierra, sufrían, morían de frio y de hambre, morían de soledad y de engaño y platicó con los 6 dioses para arreglar esa agonía terrenal. Todos concordaron que les enviarían a la guardiana azul, para que a su paso en esas tierras, pudiera sanar el corazón de los más posibles…
Esa eres tú, pequeña Frida, y has nacido como un sol en el corazón del mundo azul.